¡TODAS SOMOS PUTAS!
Manifiesto feminista
La prostituta es el prototipo de mujer estigmatizada. Se le nombra y
a la vez se le deshonra con el apelativo “puta”. Ahora bien, la palabra
no hace referencia únicamente a las prostitutas; es una etiqueta que
puede ser aplicada a cualquier mujer. El significado adjetival de puta
es incasta, e incasta se define como “dada a las relaciones sexuales
ilegales o inmorales; falta de pureza, virginidad, decencia, moderación e
ingenuidad; mancillada (es decir, manchada, corrompida)”. Llegamos al
punto en que cualquier mujer (y no hombre) puede ser estigmatizada
social y culturalmente como puta cuando sus comportamientos sexuales o
sociales no se adecuan a los patrones de lo social-culturalmente
correcto.
Estos patrones de comportamientos dentro de la decencia,
vienen marcados, en el mundo occidental, por el cristianismo.
La falta de castidad en las mujeres deviene un signo de mancilla, de
suciedad y por tanto de disponibilidad sexual. Esta visión maniquea de
la “mujer como pura o si no compartida por todos”, documentada en el
s.XV (Rossiaud, 1978) y válida en nuestro tiempo, sirve para justificar
la violencia masculina contra las llamadas mujeres incastas y culpar a
esas mujeres por cualquier abuso que puedan sufrir.
Así pues, una mujer a la que se le asigna el estigma de "puta" puede
ser violada, agredida y/o asesinada y será considerada cómplice de su
propia destrucción. De esta manera, el asesinato o abuso en contra de prostitutas o
mujeres con tal estigma no preocupa ni apena a la sociedad dominante,
sino que aumenta la disociación pública respecto de las putas y refuerza
la idea de que la falta de castidad es un crimen que merece la pena de
muerte o la humillación.
En estos términos se ha pronunciado la Conferencia Episcopal al
argumentar que el asesinato de mujeres a manos de sus maridos (exmaridos
o similar) y el abuso sexual a mujeres y menores son fruto de la
disociación entre matrimonio-amor/ sexo y culpabiliza a la revolución
sexual de las mujeres del terrorismo patriarcal.
Pero el documento episcopal no tiene desperdicio y continua diciendo
que el hombre enmarcado dentro de esta “liberación” sexual de las
mujeres es “un sujeto débil, arrastrado por los impulsos”, haciendo
hincapié en la visión de la contemporánea Eva, la mujer pecaminosa
enfrentada al también contemporáneo Adan, víctima de sus maquiavélicas
confabulaciones.
La conferencia episcopal ( que además va más allá en su tarea
evangelizadora queriendo implantar esta doctrina en la escuela)
estigmatiza como putas a todas las mujeres o a aquellas inmersas en esta
revolución sexual y las culpabiliza de su propia desgracia.
Este documento concluye y extiende las pinceladas ultraconservadoras
que ya apuntó Manuel Fraga, al hablar de un alcalde condenado por
abusar de una menor, unos días antes diciendo que este hecho era causado
por el clima vivido en la actualidad de “abortos sin condiciones, amor
libre y parejas de hecho”.
Cierto es, que estos argumentos son sostenidos consciente o
inconscientemente por gran parte de la población, que residen en
definitiva en el imaginario social y es en estos frentes en los que es
necesario una renovación de ideas.
Es penoso encontrarnos de nuevo con la Conferencia Episcopal
ejerciendo de procuradores en cortes y de referentes de la opinión
pública extralimitándose más allá de sus púlpitos y agrediendo
verbalmente a la mitad de la población mundial, las mujeres.
En definitiva, valga decir, ante esta sarta de malintencionados
insultos, que el amor o es libre o no es nada. Lo que ellos defienden es
otra cosa: es una unión basada en el sometimiento y la tortura, y eso
señores obispos, no es amor.
II
El estigma de puta no está a disposición de ser derogado o eliminado
simplemente porque forma parte del imaginario social y éste a su vez deviene una de
los principales pilares del sistema patriarcal. El estigma de puta se
asocia a aquellas mujeres que faltan a la castidad, es decir, a las
mujeres que mantienen comportamientos incastos. De esta manera, y
retomando la definición de incasta (Todas somos putas I) veremos las
diferentes vertientes del significado de la falta de castidad que
propician la estigmatización de las mujeres como putas.
Falta de castidad = Sexo ilícito
La mujer puede resultar objeto del estigma de puta en el momento de
participar en una relación sexual considerada ilícita legal o
moralmente. Existen una serie de conductas encuadradas tradicionalmente
dentro del dominio de la sexualidad prohibida para las mujeres: sexo
antes o fuera del matrimonio, sexo en caso de ser divorciada o viuda,
sexo con más de una pareja, sexo diferente del coito heterosexual (anal,
oral o sadomasoquista), sexo con otra mujer, sexo que cruce las
barreras del color, etc. Es más, la iniciativa sexual, el conocimiento, y la
destreza sexual en mujeres son signos de conducta incasta.
Falta de castidad = Mancilla
La falta de castidad como mancilla hace referencia a la experiencia
sexual. La virginidad femenina se ha considerado tradicionalmente lo
opuesto a la mancilla. La mancilla hace referencia a la contaminación
física o violación. Se puede estigmatizar a las mujeres jóvenes como
putas una vez se han encontrado expuestas al sexo, ya sea a la fuerza o
por propia elección. Dado que este estigma tiene consecuencias tan
devastadoras para el futuro de la mujer joven, los padres/madres son
socializados para proteger la reputación de sus hijas, incluso a costa
del libre desarrollo de éstas. De manera implícita se hace responsable a
la chica de incitar el asalto sexual masculino.
Falta de castidad = Indecencia y Libertinaje
"Indecente" se define como indecoroso, impúdico, obsceno;
"libertinaje" se dice de la conducta de alguien que 'no cuida las formas,
que carece de autocontrol, inmoderado, exagerado'. Las putas o mujeres
estigmatizadas como tales, son mujeres que enseñan demasiado, dicen
demasiado, ríen demasiado, comen demasiado, llevan demasiado maquillaje o
joyas o perfume. Demasiado de lo que sea resulta incasto para las
mujeres, se considera obsceno. Así pues, se establece una doble
dicotomía: exceso = puta/ discreción = mujer virtuosa.
Falta de castidad = Mujeres Autónomas, Inteligentes, Conspicuas
La última definición de la falta de castidad es la de 'carente de
sencillez'. Una mujer casta debe ser una mujer simple. “Simple” se define
como 'no desarrollada, carente de adorno, inocente alocada, no
experimentada, insignificante'. De esta definición surgen tres
categorías: (1) el estigma asociado a la autonomía de las mujeres, es
decir, al desarrollo, la experiencia; (2) el estigma asociado a la
inteligencia y la sofisticación, es decir, lo opuesto al carácter
alocado o inocente; y (3) el estigma asociado a una apariencia
conspicua, es decir, el adorno, la afirmación, la visibilidad.
Es incasto e incorrecto ser demasiado inteligente y demostrarlo
públicamente. A la mujer inteligente se le degrada como aberración del
género femenino y a la mujer banal se le degrada por ser la típica
mujer.
De la exigencia a las mujeres de simplicidad se deduce que se espera
de las mujeres que “encajen” mostrándose agradables, apropiadas,
discretas. Por ejemplo, se supone que las mujeres gordas, discapacitadas o
culturalmente distintas deben o bien permanecer fuera de la vista o
hacerse a sí mismas inconspicuas quedándose sentadas o escondiendo su
cuerpo dentro de ropa negra, suelta, sin ajustar.
Mujeres negras o de otras étnias distinta a la blanca, mujeres de
clase trabajadora, mujeres divorciadas, mujeres gordas, mujeres
maltratadas, mujeres violadas o agredidas son más vulnerables al estigma
de puta que las mujeres blancas, de clase media, delgadas y otras
supuestamente no echadas a perder. Independientemente de su actividad o
historia sexual, a tales mujeres marcadas se les supone mayor grado de
experiencia sexual y una disponibilidad sexual mayor.
La amenaza del estigma de puta actúa como el látigo que mantiene a
la humanidad femenina en un estado de subordinación pura. De esta manera
no debemos avergonzarnos del estigma que nos impone un sistema de
poderes que rechazamos, que luchamos por destruir y que ni tan siquiera
reconocemos; porque en definitiva, TODAS SOMOS PUTAS.